Los trastornos adictivos son uno de los más relevantes problemas sanitarios en la actualidad. El consumo de sustancias psicoactivas es cada vez más frecuente, especialmente entre los más jóvenes. Y es precisamente esta realidad la que imprime un mayor dramatismo al fenómeno de la adicción, ya que el sistema nervioso se encuentra en pleno desarrollo y la impronta que el consumo deja sobre éste puede ser mayor que la que se observa en un cerebro adulto. De todas formas, antes de adentrarnos en lo que es un trastorno adictivo es necesario hacer una breve reflexión sobre conceptos esenciales que será necesario tener en cuenta.
MODALIDADES DE CONSUMO
Una de las formas más frecuentes de consumo entre las personas jóvenes es la que se circunscribe únicamente a los fines de semana. En estos casos, se ingieren grandes cantidades de alcohol en muy poco tiempo, pudiendo acompañarse de otras sustancias psicoactivas cuyas propiedades (combinadas con el efecto depresor propio del alcohol) producen efectos sobre la cognición, las emociones y la conducta que el consumidor puede percibir como agradables (lubricación social, euforia, etc.), lo que le anima a repetir el consumo en el futuro. El consumo puntual de grandes dosis de cualquier droga genera el fenómeno de la intoxicación, cuyas consecuencias físicas pueden ser devastadoras en el caso de algunas sustancias. La más habitual en el caso del ocio nocturno entre los más jóvenes es la intoxicación etílica (potenciándose el efecto del alcohol por su combinación con bebidas gaseosas), cuyos efectos oscilan desde una leve desinhibición percibida a la depresión respiratoria y el coma. Otras sustancias de uso relativamente habitual durante los fines de semana, como la cocaína, producen efectos euforizantes poco tiempo después de su administración (habitualmente esnifada), aunque su uso combinado con el alcohol puede alterar esta respuesta y generar conductas violentas de diversa relevancia (peleas, agresiones, vandalismo, etc.). Así pues, la intoxicación es la respuesta directa del organismo ante la presencia de una droga, y ésta variará en función de la naturaleza de la droga consumida y su combinación con otras.
Otra modalidad de consumo a tener en cuenta es el abuso. Hablamos de abuso de sustancias cuando la persona toma drogas en situaciones en las que no sería recomendable hacerlo (en contextos académicos, en el trabajo, etc.), cuando el consumo empieza a generar problemas sociales de diverso tipo (conflictos familiares, problemas de pareja, etc.), no puede dejar de pensar en la sustancia o cuando la persona se siente incapaz de evitar consumir a pesar de la certeza de que su conducta está empezando a erosionar su vida y red social. Una cuestión importante aquí es que el consumo empieza a formar parte de la vida de la persona, utilizando las diferentes sustancias como un mecanismo de afrontamiento ante situaciones vitales complejas, lo que acaba generando un déficit en el uso de estrategias más adaptativas y que confronten directamente cualquier situación problemática que se presente al individuo. También se considera abuso cualquier consumo en personas adolescentes, ya que por su inmadurez neurológica pueden presentarse complicaciones severas que afecten a su desarrollo cognitivo y emocional. El abuso puede considerarse (desde una perspectiva de procesos) una fase intermedia entre el consumo puntual y la dependencia a sustancias psicoactivas, que exploramos seguidamente.
La dependencia a sustancias se diferencia del abuso por la aparición de tres fenómenos que hacen explícitas ciertas adaptaciones neurológicas debidas a la presencia continua de la droga en el organismo: la tolerancia, la conducta dependiente y el síndrome de abstinencia. Además, en esta fase se hace evidente la enorme inversión de tiempo que dedica la persona a proveerse de la/s sustancia/s que consume habitualmente, relegando el resto de actividades cotidianas (trabajo, familia, etc.) a un segundo plano. Así pues, la dependencia es un fenómeno que implica graves consecuencias físicas y sociales, que puede prolongarse en el tiempo de forma indefinida y agravarse por la presencia de otros trastornos mentales comórbidos o la inminencia de conflictos interpersonales que desarmen completa o parcialmente la red social.
Debido a su enorme relevancia (y a su cualidad crítica para elaborar un diagnóstico diferencial), en el próximo post continuaremos hablando sobre los fenómenos de la tolerancia, la conducta dependiente y la abstinencia.
FENOMENOS ASOCIADOS A LA DEPENDENCIA DE SUSTANCIAS
Tolerancia
La tolerancia es un fenómeno con implicaciones tanto biológicas como psicológicas y sociales. Se define como la necesidad de consumir mayores cantidades de sustancia para conseguir el mismo efecto sobre el organismo, o también por la sensación subjetiva de que consumiendo una dosis igual/similar a la habitual, las consecuencias sobre el organismo están atenuadas. El fenómeno se debe a las adaptaciones metabólicas que el organismo realiza para afrontar la presencia de una sustancia extraña que desequilibra su homeostasis, aumentando la actividad de las enzimas (hepáticas, pancreáticas, etc.) encargadas de su eliminación. Se ha descrito también una tolerancia psicológica, a través de la cual la respuesta a una droga se atenúa en función de ciertas claves contextuales que, con el uso repetido de la sustancia psicoactiva, han ido asociándose a la situación de consumo. Por último, también se aprecia en algunos casos tolerancia cruzada (el consumo repetido de una sustancia hace que otra, de características moleculares similares, genere un efecto menos intenso), siendo los casos más conocidos los del alcohol-ansiolíticos y heroína-opiáceos.
Síndrome de Abstinencia
El síndrome de abstinencia es el conjunto de síntomas que experimenta una persona cuando no consume la sustancia de la que depende durante un tiempo prolongado (que será diferente según el tipo de droga). A menudo, estos síntomas son los opuestos a los que la droga genera durante la intoxicación, y resultan muy desagradables o perturbadores para quien los padece (incluso incapacitantes). Cuando una persona cumple los criterios para una dependencia, se observa que el consumo se produce habitualmente en el momento preciso en que se presenta el síndrome de abstinencia, siendo el fin la eliminación del malestar asociado. Este tipo de consumo (evitar síntomas desgradables) potencia todavía más la intensidad de la adicción (a través de un mecanismo que los psicólogos conocemos como refuerzo negativo) y constituye una importante situación de riesgo que se observa en la clínica.
Dependencia
Entendemos por dependencia una forma particular de relación con las drogas en las que éstas pasan a ocupar gran parte de los pensamientos o las acciones que la persona experimenta y desarrolla en su vida cotidiana. Así, observamos con frecuencia el abandono de toda fuente de gratificación alternativa (reuniones con familiares y amigos, aficiones, etc.), que se ven sustituidas por la búsqueda y consumo de la sustancia. Puede ocurrir también que, en aquellos casos en los que el consumidor no dispone de recursos económicos suficientes para garantizar la disponibilidad de la dosis necesaria, concurran en conductas delictivas diversas (como el robo o el hurto). El desplazamiento de la droga a la cúspide del sistema motivacional tiene su reflejo biológico en las alteraciones dopaminérgicas que se producen en el sistema de recompensa cerebral. Este sistema se activa ante situaciones agradables de cualquier tipo y es parte del bagaje neurológico de todos los mamíferos. El consumo de sustancias altera la actividad de la dopamina (principal neurotransmisor del sistema de recompensa), de modo que una hiperactivación permanente provocada por la droga hace insuficiente la activación normal asociada a las situaciones gratificantes, haciendo que éstas pierdan su valor para el individuo dependiente. La consecuencia directa de esto es la exclusión del consumidor de su círculo social previo, lo que le sumerge en una situación de aislamiento y dificulta el abandono de la droga.
FACTORES DE RIESGO Y PROTECCIÓN
Factores de Riesgo
Podemos diferenciar diversos factores de riesgo. En primer término, tenemos los factores distales, que son aquellos asociados al entorno macro/microsocial en el que se desenvuelve el individuo. Son los responsables de dar cabida a un conjunto de creencias que constituyen los cimientos para la aparición posterior del consumo de drogas. Ejemplos de este tipo de factores de riesgo son la aceptación social de la sustancia (el alcohol y el tabaco son las más aceptadas en nuestro entorno), la disponibilidad, la alta tolerancia de los padres hacia las conductas de consumo (que disminuye la percepción del riesgo) y el propio uso/abuso de sustancias en el entorno familiar.
También se aprecian factores de riesgo de naturaleza proximal. Se trata de situaciones o condiciones que elicitan el inicio del consumo, y que en función de la vulnerabilidad previa (asociada a las creencias suscitadas por factores de riesgo distales) pueden generar con mayor o menor facilidad la iniciación en conductas de consumo. Algunos ejemplos de estos factores de riesgo son la edad adolescente, la influencia del grupo de iguales, la deficiente supervisión de lo que el niño hace fuera de casa/colegio y ciertas expresiones de la personalidad (como la búsqueda de sensaciones y la impulsividad).
Por último, quisiéramos destacar los factores mantenedores. Éstos divergen en función del momento en que se encuentra la persona respecto al consumo (son diferentes en función de si existe abuso o dependencia). Cuando la persona apenas ha iniciado el uso de sustancias, las sensaciones agradables que experimenta subjetivamente son las responsables de que continúe consumiéndola; mientras que cuando se ha establecido una dependencia, la persona consume con el objetivo de evitar las sensaciones aversivas/desagradables asociadas al síndrome de abstinencia.
Esta breve lista de factores de riesgo no pretende ser exhaustiva, pues el abordaje de otras cuestiones relevantes relacionadas con tan importante cuestión (vulnerabilidad genética, influencia del sexo, etc.) trasciende el propósito de este texto. En el futuro dedicaremos un espacio a tratar estos matices de la conducta adictiva, que tienen su trascendencia para comprender la naturaleza del fenómeno adictivo.
Factores de Protección
Los factores de protección son aquellos que, de influir directamente en la vida de la persona, reducen sustancialmente la probabilidad de que ésta inicie una conducta de consumo que pueda progresar posteriormente hacia la dependencia. La mayor parte de los factores de riesgo pertenecen al dominio de lo social, lo educacional y/o lo familiar, y hacen referencia tanto a la intervención preventiva formal (especialistas que ofrecen charlas psicoeducativas en el colegio o el instituto) como a intervenciones no formales (personas no especialistas que ejercen su función preventiva, como padres o profesores). Algunos ejemplos de estos factores de protección son la parentalidad positiva (momentos de disfrute en el entorno familiar), la transmisión de valores no compatibles con el consumo de sustancias, la información objetiva sobre las consecuencias del consumo, la supervisión de las actividades del niño fuera de casa, la afiliación a grupos de referencia no vinculados al consumo, práctica de actividades deportivas, hábitos higiénicos saludables, etc. Generalmente, la promoción de un estilo de vida saludable redunda en una menor probabilidad de consumo de sustancias, por lo que es una responsabilidad de todas las entidades competentes (incluyendo a la familia).
CONSECUENCIAS DEL CONSUMO
Las consecuencias del consumo van a depender estrechamente de la sustancia consumida. Si bien las intoxicaciones (aunque ocasionalmente graves) generan importantes alteraciones, las auténticas consecuencias físicas se manifiestan en aquellos casos en los que se observa una larga historia de consumo (esto es, se aprecian síntomas propios de dependencia, tal y como hemos descrito más arriba). Es habitual el declive físico (alteraciones neurológicas, hepáticas, cardiovasculares, etc.), sexual (inhibición del deseo, anorgasmia, alteraciones de la erección, etc.), psicológico (emergencia de trastornos mentales comórbidos que ensombrezcan el pronóstico, exacerbación de síntomas previos, etc.) y social (aislamiento, rechazo, etc.).
Debido a que englobar en este texto generalidades sobre las consecuencias del consumo no sería lo más apropiado (debido tanto a su diversidad como especificidad para cada sustancia) derivamos este cometido a futuras actualizaciones del blog sobre la cuestión de los trastornos por dependencia de sustancias.
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