LAS NEURONAS ESPEJO: UN EJEMPLO
Eran las 6 de la tarde. Como cada día, María había salido a reunirse con sus amigos en la puerta del Ayuntamiento de su ciudad. Tenían pensado ir al cine y quizá, si no llovía (como insistía con vehemencia el hombre del tiempo), saldrían a tomar unas copas.
Eran las 6 de la tarde. Como cada día, María había salido a reunirse con sus amigos en la puerta del Ayuntamiento de su ciudad. Tenían pensado ir al cine y quizá, si no llovía (como insistía con vehemencia el hombre del tiempo), saldrían a tomar unas copas.
La calle estaba abarrotada. Aunque ya empezaba a anochecer parecía que el mundo continuaba convulsionando, revolviéndose: algunos volvían a casa agotados, otros charlaban animadamente, y la algarabía restallaba contra los muros de hormigón de una ciudad anónima.
De repente escuchó un grito. Se giró y lo vio. Un coche a toda velocidad arrolló a un señor mayor que, tras estrellarse sobre el capó del coche, salió despedido varios metros y quedó extendido en los márgenes de la carretera. Su corazón se sobresaltó y, durante un momento, sintió un dolor punzante.
¿QUÉ SON LAS NEURONAS ESPEJO?
¿QUÉ SON LAS NEURONAS ESPEJO?
Al leer este texto, muchos pueden preguntarse por qué María (a pesar de no haber sufrido aquel accidente en carne propia) sintió, de algún modo, una experiencia dolorosa que estaba ocurriéndole a otra persona. La respuesta a esta pregunta radica, precisamente, en un conjunto de neuronas especializadas que pueblan diversas estructuras de nuestro sistema nervioso central: las neuronas espejo.
Estas células nerviosas reaccionan químicamente ante circunstancias que afectan a otras personas, incluso a aquellas sobre las que no guardamos un vínculo íntimo (amistad, familia, etc.). Los patrones de activación cerebral de estas neuronas sugieren que el espectador (María, en nuestro caso) experimenta emociones y sensaciones similares a las que serían esperables en caso de ser ella la protagonista de la escena contemplada (haber sufrido el atropello). De esta forma, surgen impulsos electroquímicos en regiones cerebrales asociadas al dolor cuando vemos sufrir a otra persona, o experimentamos cierta desazón al observar el rostro de alguien que expresa con vehemencia sentirse triste.
Las neuronas espejo garantizarían que las emociones ejercen su papel como elementos esenciales de comunicación, cimentándose especialmente en la configuración facial que forma parte inherente de cada una de ellas (la tristeza promueve la aproximación social, el asco advierte de una sustancia tóxica para el organismo, etc.). En tiempos remotos este fenómeno aumentó sustancialmente nuestras probabilidades de supervivencia, ya que facilitaba conductas de cooperación y consolidaba aprendizajes (por observación) con alto valor adaptativo. Además, muchos estudios han puesto en el punto de mira a estas neuronas, al considerarlas un elemento esencial para la comprensión de la empatía.
Estas células nerviosas reaccionan químicamente ante circunstancias que afectan a otras personas, incluso a aquellas sobre las que no guardamos un vínculo íntimo (amistad, familia, etc.). Los patrones de activación cerebral de estas neuronas sugieren que el espectador (María, en nuestro caso) experimenta emociones y sensaciones similares a las que serían esperables en caso de ser ella la protagonista de la escena contemplada (haber sufrido el atropello). De esta forma, surgen impulsos electroquímicos en regiones cerebrales asociadas al dolor cuando vemos sufrir a otra persona, o experimentamos cierta desazón al observar el rostro de alguien que expresa con vehemencia sentirse triste.
Las neuronas espejo garantizarían que las emociones ejercen su papel como elementos esenciales de comunicación, cimentándose especialmente en la configuración facial que forma parte inherente de cada una de ellas (la tristeza promueve la aproximación social, el asco advierte de una sustancia tóxica para el organismo, etc.). En tiempos remotos este fenómeno aumentó sustancialmente nuestras probabilidades de supervivencia, ya que facilitaba conductas de cooperación y consolidaba aprendizajes (por observación) con alto valor adaptativo. Además, muchos estudios han puesto en el punto de mira a estas neuronas, al considerarlas un elemento esencial para la comprensión de la empatía.
LAS NEURONAS ESPEJO: ESTUDIOS EN ANIMALES
Las neuronas espejo fueron descubiertas por pura casualidad mientras se investigaban las respuestas neurológicas asociadas a la alimentación en monos rhesus: se aplicó un electrocorticograma sobre las regiones motoras secundarias del cerebro de uno de estos animales mientras observaba como otro mono recogía una manzana. Para sorpresa de los investigadores, el mono activó exactamente las mismas rutinas cerebrales que habría activado en el caso de recoger la manzana por sí mismo (aunque en ningún momento se movió). El primate reprodujo neurológicamente la conducta que estaba observando y, por un momento, la acción percibida modificó su actividad cerebral como si fuera una acción propia.
Otro ejemplo de investigación sobre este fenómeno en animales se evidencia en un estudio clásico sobre la cuestión (que muy probablemente hoy atentaría contra la deontología profesional): en éste se utilizaron ratones a los que, durante un periodo de tiempo determinado, se les aplicó un programa continuo de auto-administración de anfetaminas (sustancias estimulantes que funcionaban como mecanismo de refuerzo). Cuando la conducta operante pretendida había sido adquirida (presionar una palanca para que la dosis fuera administrada), se obtuvo la línea base de la misma y se expuso al ratón a una situación nueva en la que, cada vez que presionaba la palanca para obtener la dosis de droga, en otra jaula (a la vista del animal) un ratón sufría una descarga eléctrica bastante dolorosa.
Cuando el ratón percibía el dolor del otro animal, parecían activarse regiones cerebrales implicadas en la experiencia dolorosa que inhibieron la conducta de autoadministración de droga, cesando inmediatamente la conducta operante (pulsar la palanca) cuando observó que ésta generaba dolor a otro miembro de su especie.
LAS NEURONAS ESPEJO EN EL SER HUMANO
Un fenómeno tan intrigante como éste merecía ser explorado también en el ser humano. No tardaron en llegar estudios con este propósito (utilizando estrategias de neuroimagen, muy discretamente invasivas) que confirmaron la presencia de estas neuronas en prácticamente la totalidad de nuestro parénquima cerebral.
En humanos, las neuronas espejo (o especulares) se encuentran repartidas en diversas regiones cerebrales y muy especialmente en una estructura parietal clave para el lenguaje: el área de Broca. Una lesión amplia en esta zona produce una alteración conocida como Afasia de Broca, que afecta a la fluidez del habla y a otras formas de expresión (prosodia, comunicación no verbal, etc.). Es por este motivo que algunos investigadores han relacionado el aprendizaje del lenguaje con las neuronas espejo. Básicamente se postula que, a través de procesos de imitación derivados de la percepción del habla, el cerebro del niño adquiriría la capacidad de transmitir y comprender información verbal y no verbal. Para muchos autores, las neuronas espejo tienen un papel determinante en el aprendizaje de una función tan esencial como la comunicación interpersonal.
Pero la función de las neuronas especulares no acaba aquí. Al parecer, estas células cerebrales también podrían tener una relación directa con la empatía. Así (como ya hemos subrayado con anterioridad), cuando percibimos el dolor de una persona se activan en nosotros aquellas regiones relacionadas con la experiencia álgica, de forma que nuestro cerebro percibe el dolor ajeno como propio y nos impele a actuar para aliviarlo. Sería un fundamento básico de la conducta prosocial (o incluso de la actividad altruista) y un elemento esencial para garantizar la supervivencia de la especie. Siguiendo esta lógica de pensamiento, sería posible que el cerebro de personas con alteraciones psicopáticas (principalmente aquellas que se relacionan con la interacción social) pudieran sufrir déficits en el funcionamiento de estas neuronas, que les hubieran impedido forjar asociaciones entre el dolor ajeno y el propio. De esta forma, se obstruiría la construcción de un esquema de acción dirigido a aliviar el dolor de los demás y se consolidaría una conducta orientada al beneficio propio, en detrimento radical de las necesidades de los demás.
En conclusión, es razonable pensar que estas neuronas ejercen un papel clave en muchas de las características que consideramos típicamente humanas (el lenguaje, la empatía, etc.), y nos han permitido establecer conexiones con los demás que han favorecido la cooperación a lo largo de nuestra historia como especie. Muy probablemente, su relevancia como elemento adaptativo nos ha permitido no sólo sobrevivir como organismo biológico, sino trascender como seres creadores y creativos (puesto que toda expresión artística tiene un profundo sustrato emocional que trasciende la propia obra para incorporarse al acervo personal de la experiencia, fenómeno que depende íntimamente de nuestra capacidad para captar las emociones de quien suscribe el arte).
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