Entendemos por mobbing cualquier ejercicio de acoso que se da en el contexto laboral (desde difamaciones hasta insultos), cuya finalidad principal es que el trabajador afectado (con frecuencia un miembro competente en el rol asignado en el seno de la empresa) abandone su puesto de trabajo como resultado de una vivencia de hostigamiento permanente. Se trata de una forma de violencia sutil (aunque ocasionalmente trasciende también a agresiones físicas) que acaba generando emociones desbordantes en la víctima y erosionando sustancialmente su calidad de vida. La situación de acoso puede prolongarse indefinidamente (llegando a extenderse durante meses o incluso años), percibiendo la persona un deterioro progresivo que con cierta frecuencia se traduce en alteraciones significativas del estado de ánimo (tristeza, abatimiento, desesperanza, etc.) y síntomas de ansiedad cuya intensidad puede llegar a revestir relevancia clínica.
Como fenómeno psicosocial ha recibido amplia atención por parte de la comunidad científica, debido a las hondas resonancias que éste puede tener en la salud mental de quien lo padece y a la elevada prevalencia social (entre el 10 y el 15% del total de los trabajadores según Piñuel, 2008).
SUBTIPOS DE MOBBING
En función de la relación laboral que se establece entre la víctima y el acosador se diferencian distintos subtipos de mobbing. Cuando la persona que acosa se encuentra en el mismo escalón de la jerarquía laboral que la víctima (compañeros) hablamos de la modalidad horizontal. En cambio, cuando existe asimetría en el nivel jerárquico ocupado por la víctima y el acosador en la estructura empresarial estaríamos haciendo referencia almobbing vertical (ascendente cuando los acosadores son subalternos y descendente cuando son superiores).
PRINCIPALES FORMAS DE EXPRESIÓN DEL MOBBING
A menudo el acoso laboral adopta formas de expresión sutiles que lo convierten en una realidad difícilmente objetivable por parte de la víctima. De hecho, es habitual que quien lo sufre llegue a sentirse desorientado por la sutileza de los actos de rechazo que vivencia, o que incluso en los casos más severos llegue a atribuirse la culpa de lo acontecido.
Puede manifestarse como amenazas, distribución desigual del trabajo (cargando la víctima con volúmenes inadecuados de responsabilidad por exceso o por defecto), sabotaje de objetivos empresariales, obstrucción de las opciones legítimas de ascenso en la escala laboral, asignación alevosa de las tareas más rutinarias, gestos malintencionados, reducción injustificada del salario, aislamiento/exclusión de la dinámica organizacional, difamación, burlas, infravaloración, etc. El mobbing puede adoptar también formas más explícitas, como gritos o violencia física de entidad variable. Ocasionalmente también se observa que el acosador (que a menudo se siente amenazado por el buen rendimiento laboral de la víctima) abusa de su autoridad para animar al resto de compañeros a contribuir al mantenimiento de la situación de violencia laboral.
CARACTERÍSTICAS DEL ACOSADOR Y LA VÍCTIMA
Muchos estudios sobre la cuestión han tratado de dilucidar características específicas de las partes implicadas en la situación de acoso laboral (víctima/acosador), obteniendo así un perfil general que da buena cuenta de ciertos rasgos y variables de personalidad que les son propios.
En cuanto al acosador, muchos estudios sugieren que a menudo se observa un importante temor e inseguridad respecto al desempeño profesional. De este modo, el mobbing sería un mecanismo compensatorio a través del cual el acosador encubriría su percepción subjetiva de inadecuación. A menudo, el acosador puede intentar reunir a un grupo de personas afines (o sobre las cuales mantiene una posición de superioridad en la jerarquía laboral) para que contribuyan a perpetuar la situación de violencia (especialmente compañeros del acosado). El objetivo último sería, en cualquier caso, propiciar el abandono del puesto de trabajo por parte de la víctima, de modo que eliminaría definitivamente aquello que interpreta como una amenaza para sí mismo. Aunque la voluntad del acosador es mermar el bienestar del acosado, sólo en ciertas ocasiones subyace a éste una tendencia propia de la psicopatía (ausencia de empatía y personalidad tiránica). En este último caso el entorno laboral propicia un contexto idóneo para manifestar tendencias de personalidad que se traducen en un hostigamiento dirigido a anular la singularidad de la víctima y atentar contra su bienestar en múltiples áreas de la vida, obteniendo el acosador una gratificación personal a través de la heteroagresión psicológica.
En cuanto a la víctima, se ha observado con frecuencia que se trata de personas que cuentan con recursos técnicos y personales amplios para abordar con éxito las tareas propias de su puesto de trabajo. Son empleados cuyas cualidades despiertan, a menudo, los celos de quienes pasarán a ser sus acosadores. Suelen contar con una sólida deontología profesional que les anima a denunciar situaciones irregulares en el seno de la empresa, lo que les granjea ciertas enemistades con las personas responsables de las mismas. Se observa también un amplio sentido de la justicia, elevada competencia profesional y capacidad empática para entender las motivaciones de los demás. En otros casos (estadísticamente menos relevantes aunque de especial importancia por sus implicaciones clínicas), la víctima presenta cierta situación de vulnerabilidad (por razón de procedencia geográfica, edad, orientación sexual, convicciones religiosas, etc.) que precipita situaciones de burla, segregación y aislamiento (debido a que el acosador ve en la situación personal del acosado una oportunidad para ahondar en la situación de maltrato laboral).
CONSECUENCIAS SOBRE LA VÍCTIMA DE ACOSO LABORAL
Las consecuencias sobre la salud son muy diversas (la severidad de las mismas puede hacer necesario articular un tratamiento psicológico especializado). Puede observarse con frecuencia un deterioro importante de la autoestima, experiencia de estrés permanente con correlatos importantes en la salud, erosión de la autoconfianza (esgrimiendo la persona dudas sólidas sobre su capacidad como trabajador), hiperactivación fisiológica (insomnio, inquietud, síntomas vegetativos como taquicardia, sudoración, temblores, etc.), autoculpabilización, trastornos de ansiedad, depresión mayor, pérdida de motivación e incluso ideaciones autolíticas.
Además, es frecuente que se deterioren progresivamente las relaciones familiares y que la persona manifieste una percepción intensa de pérdida de control, que lleva en última instancia a la solicitud de una baja laboral. Estas consecuencias, junto a la percepción de estigmatización y la posible baja empleabilidad de la víctima cuando se produce un despido (malas referencias en acoso vertical descendente) hacen recomendable la búsqueda de ayuda especializada.
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